Una noción formal del yo
- por Alexis Castro
- 13 abr 2016
- 5 Min. de lectura

«Eso que llamamos “yo” siempre está al borde del colapso.»
—Francisco José Ramos
Según una leyenda griega, hubo un barco que estuvo más de un siglo en funcionamiento por las aguas del Mediterráneo. El rey Teseo conservaba este barco ya que dicho barco se iba reconstruyendo poco a poco a medida que este se deterioraba. Llegó un momento en el que todas las partes del barco fueron reemplazadas por otras nuevas, a tal punto que los atenienses decían que era otro barco. ¿Pero era otro barco o era el mismo barco con piezas nuevas? Algunos afirmaban que se trataba del mismo barco, mientras que otros sostenían lo contrario. Y si con las piezas extraídas del barco se construía otro barco, ¿cuál barco era cuál? Esta anécdota se había convertido para los filósofos en un ejemplo sobre la identidad de las cosas y de las personas. ¿Qué hecho hace que una persona siga siendo la misma a través de los diversos cambios que experimenta en el transcurso de su vida? ¿Qué hecho correspondiente a mí me hace ser yo? ¿O qué es exactamente el yo? Según la filosofía moderna, desde David Hume, no hay nada que pueda llamarse «yo». De acuerdo con esta corriente, el yo no es algo en sí, sino que es una construcción mental. Hume postulará: «En cuanto a mí, siempre que entro en lo más íntimo de lo que llamo “yo mismo”, siempre me encuentro con una determinada percepción u otra, de calor o frío, de luz o sombra, de amor u odio, de dolor o placer, de color o sonido, etcétera. Nunca doy con “mí mismo”, como algo distinto de estas percepciones». La mayoría de los filósofos contemporáneos secundan a Hume con esta psicovisión. Pero John Searle, filósofo estadounidense, objetará en algunas cuestiones. En su libro Mind: A Brief Introduction, capítulo 11, Searle defenderá una noción formal del yo. Nuestro autor comenzará dicho capítulo planteando tres problemas del yo. Estos problemas se acogen a las siguientes preguntas: ¿Cuáles son los criterios de la identidad personal? ¿Cuál es el sujeto de nuestra atribución de propiedades psicológicas? ¿Qué es exactamente lo que hace de mí la persona que soy? Para propósitos de su investigación, el filósofo se mantendrá con las primeras dos preguntas, ya que entiende que en la última cuestión, el sentido del concepto de identidad personal difiere del atributo a la expresión en las preguntas 1 y 2. En la tercera pregunta el concepto está más relacionado con el carácter y la personalidad que con el problema metafísico de la existencia y la identidad de un yo a través del espacio-tiempo.
Identidad y memoria
Searle manifestará cuatro condiciones que constituyen nuestra noción de identidad personal. Estas cuatro condiciones o criterios son los siguientes: continuidad espacio-temporal del cuerpo, continuidad temporal relativa de la estructura, memoria y continuidad de la personalidad. De estos cuatro criterios de la identidad personal, nuestro autor podrá la tilde en el criterio de memoria. Se puede hablar de identidad personal, si y solo si hay memoria. La continuidad de mis experiencias de memoria es una parte esencial de la percepción de mí mismo como un yo continuo. Nuestro autor dirá que una persona P2 en el tiempo T2 es idéntica a una persona anterior P1 en el tiempo T1, si y solo si recuerda en T2 sucesos ocurridos a P1 en T1, donde los hechos en cuestión son experiencias conscientes y la experiencia misma de recordar también lo es. Por tal razón, John Locke consideraba que la memoria era el elemento esencial de la identidad personal. Pero Hobbes y Hume rechazaron esta tesis apuntando que las relaciones de la memoria eran intransitivas. La dificultad con respecto a Hume era su concepción atomista de la experiencia. Este creía que las experiencias siempre llegaban a nosotros en unidades discretas que denominaba «impresiones» e «ideas». Pero en la actualidad ya sabemos que no es así. También hay que tener presente que Hume nos brindó un argumento lógico y no psicológico [aunque él creía lo contrario]. Searle quiere proponer la hipótesis de un yo formal. Pero ¿en qué consiste una noción formal del yo? ¿No será esta noción formal también una noción lógica? Sí.
Una noción formal del yo
La idea de un yo formal acude a la noción de un yo o agente capaz de actuar libremente y hacerse responsable de las acciones. Searle dirá: «El complejo de las nociones de acción libre, explicación, responsabilidad y razón, nos da la motivación para postular algo por añadidura a la secuencia de experiencias y el cuerpo en cual estas ocurren [...] Para ser más exacto, a fin de explicar las acciones racionales libres, debemos suponer la existencia de una entidad X tal que ella pueda decirse que es consciente [con todo lo que la conciencia implica], persistente a través del tiempo, que formula razones para la acción y reflexiona sobre ellas bajo las coacciones de la racionalidad, que es capaz de decidir, iniciar y llevar a cabo acciones bajo un supuesto de libertad y responsable de al menos algunos de sus actos». Hume tenía razón de que no hay un «yo» como algo distinto e independiente de las percepciones, y que sirva a su vez de substrato. A pesar de que Hume estaba en lo cierto [al desmentir la noción del yo como substancia], eso no implica que no se pueda proponer algún principio formal del yo. Porque ¿cómo se explica que una persona pueda actuar bajo libre elección? No es lo mismo actuar de un modo causal, es decir, de modo relacional por fuerzas externas a mi mente, que actuar bajo la base de una razón [acting on reasons]. Esta noción del yo es un requisito puramente formal y necesario para hacer inteligible el carácter de mis experiencias.
Una nota al pie de página
Se podría decir que esta noción formal del yo propuesta por John Searle es parecida a la unidad sintético-transcendental de la apercepción. La unidad sintético-trascendental de la apercepción es la noción que ofreció Immanuel Kant en su Crítica de la razón pura [segunda parte]. Esta unidad transcendental no es otra cosa que el sujeto kantiano. Pero ¿en qué consiste este sujeto? El sujeto transcendental es el sujeto que está consciente de la totalidad que presenta una intuición. Kant dirá que el yo tiene que poder acompañar todas mis representaciones; pues, si no, sería representado en mí algo que no podría ser pensado, lo cual significa tanto como decir que la representación sería, o bien imposible o al menos nada para mí. No podemos hablar de conocimiento de objetos, si las representaciones de los mismos se dirigen a diversos yoes [o a ningún yo] en diversos momentos. Este sujeto debe ser entendido como un sujeto lógico y no ontológico. Ese fue el error de Descartes, de confundir un argumento lógico con un argumento ontológico. Mucho menos este sujeto debe ser entendido como un sujeto empírico y abigarrado, tal y como lo pensó David Hume. El sujeto que propone Kant es un sujeto con una función lógica. Kant no quiere caer en el dualismo cartesiano ni mucho menos en el escepticismo empirista; sino que quiere salvar al sujeto epistemológico [el sujeto como constituyente del conocimiento] para poder validar, de este modo, un conocimiento que sea universal y necesario.
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