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La indomable

  • por Alexis Castro
  • 29 jun 2016
  • 4 Min. de lectura

«No soy de aquí ni soy de allá.»

—Facundo Cabral

Después de haber visto la película Allegiant, me dio con comprar el libro Divergent de la escritora estadounidense Veronica Roth. Para los que no saben, Roth es la autora de The Divergent Series, trilogía compuesta por Divergent, Insurgent y Allegiant. En un posterior ensayo me gustaría analizar este último libro. En lo que concierne a este post, me voy a limitar a comentar el primer libro de la serie. O más bien extraeré los temas centrales y me apropiaré de ellos para explicar algunos conceptos políticos y filosóficos. Para beneficio de los que no han leído la novela ni han visto la película, les proveeré un breve resumen.


El libro Divergent trata de una cuidad distópica llamada Chicago, que después de una gran guerra —que duraría años— se instaló la paz. Para mantener la paz, el gobierno dividió la cuidad en cinco facciones. Cada una de estas facciones se ocupaba de desarrollar una areté [virtud] en particular. La facción Verdad se dedicaba a cultivar la sinceridad; Abnegación se ocupaba del altruismo, Osadía de la valentía, Cordialidad de la amabilidad y Erudición de la inteligencia. En una iniciación que se realizaba anual, los jóvenes de dieciséis años debían seleccionar a qué facción iban a servir por el resto de sus vidas. Antes de tal iniciación, los jóvenes eran sometidos a una prueba de aptitud que les ayudaba a determinar su futura facción. Lo normal era que los jóvenes escogieran la facción a la que pertenecían sus padres. Beatrice Priorr, protagonista principal de la novela, es una divergente. Pero ¿qué significa ser una divergente? Una divergente es una persona que tiene aptitudes que no encajan con ninguna facción en específico o que domina más de una de las facciones. Estas personas son buscadas por el gobierno porque, según este, son una amenaza para la sociedad. Beatrice [o Tris, como se llamará más adelante] tendrá que lidiar con su a-normalidad [con su sin-ley] en una cuidad estructurada y ordenada.


Los temas medulares que atraviesan las páginas de esta novela son los de la dicotomía identidad-diferencia y el asunto de lo multifacético [es decir, lo que tiene muchos rostros]. Me interesa este sentido etimológico del concepto «multifacético». No debemos confundirlo de su sentido habitual y convencional, que aunque denotan lo mismo, su sentido es diferente. No se trata solo de aquel que hace muchas cosas, sino de aquel que es muchas cosas. Es como una especie de cancerbero [animal mitológico de muchas cabezas]. Estos multifacéticos o policéfalos hay que distinguirlos de los sin-rostro. Los sin-rostro son los que no tienen faceta, los que no tienen identidad. Son aquellos que quedaron en los márgenes, en los bordes, en los exteriores constitutivos. Son los totalmente otros. A la hegemonía [al poder] no le interesa estos individuos en sí, sino solo en su papel de exterior constitutivo. La hegemonía afirma su identidad con la negación de estos, y negándolos los expulsa hacia un afuera. Están tan afuera que su presencia ha sido invisibilizada. Siguen estando presente pero como ausencia.


En lo concerniente a los multifacéticos [que son la contra-hegemonía], al poder no le interesa excluirlos, sino todo lo contrario, incorporarlos, disciplinarlos y convertirlos. Convertirlos es su modus operandi de dominarlos. Los multifacéticos son aquellos que se revelan en contra del establishment, ya que entienden que no tienen que ser como se les ha dicho que sean. Estos individuos tienen conciencia de que las identidades no están dadas de un modo a priori. Las identidades se articulan y se construyen a través de un discurso político. Como dijo Ernesto Laclau en La razón populista: «La identidad depende cada vez más de un proceso de construcción política». Simone de Beauvoir entendió muy bien esto a mediados del siglo XX cuando escribió El segundo sexo, libro en el cual concibe a la mujer como un proceso de construcción política. La mujer no nace; se hace. Según De Beauvoir, el concepto de «Otro» ayuda a comprender la posición de la mujer a lo largo de la historia. «La mujer» es un arquetipo o categoría política. Es decir, «la mujer» es el resultado de unos procesos, mecanismos y dispositivos discursivos que han sido articulados por el hombre.

La psicopolítica

El discurso político, junto con los medios de comunicación, crean el sentido común. Tanto están repitiendo lo mismo, que lo mismo se convierte en la verdad. Sin darnos cuenta, el discurso político va penetrando en nosotros de un modo paulatino y desapercibido hasta que invade todo nuestro ser. De ahí los conceptos elaborados por Michel Foucault de biopoder, biopolítica, microfísica del poder y anatomopolítica. Pero el poder no solo penetra en nuestros cuerpos [soma], sino también en nuestras mentes [psique]. Por eso Byung-Chul Han [filósofo coreano] afirmará que el psicopoder es más eficiente que el biopoder, por cuanto vigila, controla y mueve a los hombres no desde fuera, sino desde dentro. Así se desvela el deseo-otro que ha sido impuesto de manera libre, sutil e inconsciente en nuestra psique. De ahí que queramos estar a la moda. Es decir, de estar o ser como la mayoría de la gente [el-ser-parte-de]. Pero no somos nosotros quienes deseamos cuando deseamos, sino que es el sistema quien desea a través de nosotros. Por ejemplo, ¿quién es el sujeto que desea un dispositivo nuevo y «diferente» cada seis meses? ¿Quién es el sujeto que habla [logos] a través de mi cuerpo? ¿Yo? ¿O el sujeto materialista-consumista que el sistema ha fabricado e inyectado en mi psico-logía?


El poder hegemónico, por medio de sus dispositivos formales y materiales [morphé-hylé], dividen a la sociedad en clases. Según la clase dominante, esta clasificación asegura el orden, la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. ¿Pero a costo de qué? A costo de castrar la libertad. Aunque en el sistema actual esta visión ha sido reemplazada, ya que tal sistema es productor de libertades. Paradójicamente, mientras más libres somos, más encadenados estamos. Más libertad significa más coacción. Al igual que en Divergent, en el sistema capitalista neoliberal se producen unas condiciones necesarias para que «nosotros» elijamos libremente a qué facción [identidad colectiva] queremos pertenecer. De ahí la obsesión inconsciente de algunos en querer encajonarnos en ciertas identidades colectivas. Nos quieren definir [en esto consiste el saber] para domarnos [en esto consiste el poder]. Así que preguntémonos esto por un momento: ¿Estamos siendo y haciendo lo que realmente queremos ser y hacer? ¿O estamos siendo y haciendo lo que otros quieren que seamos y hagamos?


 
 
 

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