La estatua de piedra
- por Alexis Castro
- 10 ene 2016
- 2 Min. de lectura

«Una ideología es un idea petrificada.»
—Facundo Cabral
Vivo oculta entre los árboles, de espaldas a la vida, sola y en silencio. Veo a la gente caminar a lo lejos. Han olvidado que estoy aquí. Aún sigo en el mismo lugar. ¿Sabrán quién soy? En estos días vino un joven a visitarme. Vi en sus ojos que buscaba algo; era una especie de viajero, un ermitaño, un nómada.
—¿Qué llevas en la mano? —me preguntó.
—Un libro —respondí sin mover los labios.
—¿Y qué hay en ese libro?
Después de pensar con mi cabeza de piedra por varios segundos, le dije: «Si te digo lo que hay en este libro, dejarás de buscar. Y la respuesta que estás buscando no está en este libro, sino detrás de mí. Recuerda esto.». El joven buscó de inmediato en mi espalda pero no halló nada. No había comprendido lo que estaba tratando de decirle.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté al joven.
—Curiosidad —me dijo con una voz desorientada.
—¡Mucho gusto! Mi nombre es Ideología. Llevo muchos siglos viviendo entre ustedes. He visto cómo se han dividido y matado en mi nombre. Por eso no quiero que veas lo que hay en este libro. Podrías terminar como yo, convirtiéndote en una estatua de piedra.
—¿Cuándo y cómo te convertiste en estatua? —dijo el joven Curiosidad con mucha preocupación.
—Me convertí en estatua hace dos mil quinientos años, cuando hallé este libro dentro de un tempo [fanum]. Pasé a ser un fanaticus, es decir, un fanático o guardián del templo. Comencé a leer este libro todos los días hasta que me lo aprendí de memoria. Podía citarlo sin ninguna dificultad. Para todo lo que hacía, hacía referencia de él. Es más, vivía por él, daba mi vida por él [o al menos eso creía]. Dejé de compartir con mi familia y mis amigos por pasar tiempo leyendo este libro. Me aferré tanto al él y a su doctrina, que tales cosas se convirtieron en mi ley y en mi religión. Dejé de buscar otras cosas porque creí haber encontrado «la Verdad». Mi afán de verdad me llevó hacia el nido de la ideología y ahí permanecí para siempre. Tenía miedo de volar. Me sentía seguro en mi nido, el nido que había construido cuidadosamente con pajas de doctrina.
—¿Y cómo despertaste de tu sueño dogmático? —preguntó el joven Curiosidad con mucha intriga.
—Una mañana al despertar, vi que un pájaro se posó en mi hombro. Me confesó que venía como mensajero de los dioses. El pájaro, que llevaba por nombre Libertad, me dijo: «Los dioses han decretado tu castigo. Por querer apropiarte de una verdad, quedarás petrificada en una estatua para siempre. Recuerda que la Verdad no te pertenece, sino que tú perteneces a ella. Cuando te adueñas de una verdad, esta se convierte en piedra. Por más hermoso que hayas construido un nido, no debes permanecer en él, sino que debes volar hacia nuevos horizontes». Al terminar de proferir estas palabras, el pájaro echó vuelo por detrás de mí y no volví a verlo jamás.
Comentários