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Lucy

  • por Alexis Castro
  • 15 ago 2014
  • 3 Min. de lectura

«No es cierto que solo usamos el 10% del cerebro.»

—El Ciudadano

Contexto: A partir de un artículo que publicó la revista El Ciudadano sobre el fraude científico de la película Lucy, surgió el siguiente debate.


El científico: La ciencia ya ha desmentido, por lo menos cien mil veces, que dicha creencia [el que solo utilizamos el 10% de nuestra capacidad mental] es una patraña sin fundamento.


El plebeyo: Toda mi vida había creído que solo utilizábamos el 10% de nuestro cerebro.


El materialista: Creo que no somos un porcentaje, ni números en concreto. Pienso que el cerebro es equivalente a cualquier otro músculo u órgano de nuestro cuerpo.


El escéptico: Eso es una película de ciencia ficción creada por el hombre para la diversión o el entretenimiento del ser humano. Por ende, no es real.


El sarcástico: Pues fíjate, no me había dado cuenta que es una película de ciencia ficción. El apologista: Dejando a un lado la broma o el sarcasmo, y hablando en serio, es una obviedad que el largometraje es un filme de ciencia ficción. No creo que el autor del artículo haya sido tan atolondrado como para no darse cuenta de ese detalle. Creo que no has captado la crítica u observación que se está haciendo de la película, Escéptico. Y decir «de la película» sería muy general, ya que si somos buenos espectadores podremos apreciar que durante la trama se desarrollan diversas temáticas que gravitan en torno a un argumento principal. La crítica del artículo va dirigida específicamente a ese argumento principal [aunque no a todo el argumento principal como tal, ya veremos por qué]. Ahora bien, ¿cuál es ese argumento principal o central? Veamos lo que dice en la portada de la película: «The average person uses 10% of their brain capacity. Today she will hit 100%».


Si analizamos este argumento, que está dividido —si se quiere— y a la vez enlazado en dos oraciones, podremos observar algo: y es que la primera oración es más que una oración, es una tesis «científica» [o mejor dicho, pseudo-científica]; y la segunda oración es una proposición ficticia [en cierto modo, o improbable]; de ahí «ciencia ficción». Y no olvidemos que aquí «ficción» cumple un papel de adjetivo, es decir, que no es la ficción sino la ciencia la que toma elementos ficticios [elementos que a su vez «están basados» en conocimientos científico-empíricos {o al menos eso creemos}] y los potencia o exagera para causar sensación y crear mundos posibles. Eso me parece bien, desde el punto de vista ficcional. Pero no es allí donde radica la crítica del artículo. La crítica del artículo delimita su observación a la primera oración: de que una persona promedio usa un 10% de su capacidad cerebral [cuando esto en realidad es falso, o más bien no se puede constatar].


La película presenta este dato como una tesis o afirmación científica, y el artículo lo que quiere es más bien señalar y desmentir esa tesis [esa postura]; ya que dicha postura viene dando vuelta desde hace décadas entre los círculos psicológicos, físicos, neurológicos y cinematográficos. Por tal razón, esta postura se ha propagado —como una especie de virus intelectual— a través del conocimiento popular a tal punto que la gente la da por sentada o por verdadera, cuando en realidad no es así. Quizás tú, Escéptico, digas: «Pero es que es una película de ciencia ficción, y por lo tanto, no es real. ¡Qué se puede esperar de ella!». ¡Ojo! Tampoco la subestimemos. Ahí precisamente radica el problema. Avatar también es una película de ciencia ficción y, sin embargo, habla de la biodiversidad, de los valores éticos de una visión naturista-ecológica, de la voluntad o ansia de poder, entre otros temas reales.


La ficción siempre introduce argumentos reales, pero no todos los argumentos que se presentan como reales son reales. Estos argumentos que se presentan como auténticos, cuando en realidad no lo son, son los que se filtran de forma paulatina y anestésica en nuestro sistema de valores y creencias, hasta que invaden todo nuestro ser sin nosotros estar conscientes de ello; y luego, inconscientemente, infectamos y contagiamos a otros. Al final del artículo [no sé si lo leíste], el autor recomienda que quien vaya a ver la película, que la disfrute como lo que realmente es: una ficción. Por consiguiente, aquí vemos que el autor del artículo está más que consciente de que se trata de una película de ciencia ficción.


Todo esto es el resultado del mecanismo cartesiano y la Revolución Industrial del siglo XVIII que ha querido cuantificar y codificar todo, incluso hasta el cerebro. La pregunta no es cuánto sería el porcentaje que el cerebro puede usar, sino, ¿podemos hablar —por el momento— de porcentaje a nivel cerebral? ¿Conocemos acaso el 100% de la capacidad cerebral para decir que usamos un 10%? Si no sabemos cuántas estrellas hay el Universo, ¿podemos afirmar que las estrellas que vemos equivalen al 10%?


 
 
 

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